En 1900, antes de que París fuera escogida como sede de la segunda Olimpíada de la era moderna, hubo una polémica. Los helenistas insistían que todas las Olimpíadas deberían ser en Atenas. Pero los franceses tenían votos a su favor en el Comité Olímpico y consiguieron llevar el evento para la ciudad luz.
París al igual que Atenas tuvo problemas financieros para organizar el evento. Pierre de Coubertin enfrentó serias dificultadas financieras pues al Comité Olímpico se les habían agotado todas las donaciones recibidas. No hubo otra alternativa que no fuera asociar el evento deportivo con la Feria Internacional de París. Pero el acuerdo no se cumplió. En verdad, la feria oscureció las Olimpíadas. Hasta los días de las competiciones la desorganización no cesó. En las pruebas de natación, los atletas nadaron en aguas poluídas del Río Sena, en vez de competir en piscinas olímpicas.
Cuando terminó la fiesta parisina, apenas algunos nombres quedaron grabados en la memoria. Como el norteamericanos Ray Ewry, que cuando niño era paralítico. Él conquistó tres medallas de oro en los saltos. Las mujeres también consiguieron tener un espacio pero consideraban que eran muy delicadas para los deportes.
Cuando terminó la fiesta parisina, apenas algunos nombres quedaron grabados en la memoria. Como el norteamericanos Ray Ewry, que cuando niño era paralítico. Él conquistó tres medallas de oro en los saltos. Las mujeres también consiguieron tener un espacio pero consideraban que eran muy delicadas para los deportes.
El gran público de la feria no tomó conocimiento de la Olimpíada de Paris. En Atenas, había un público de 80 mil personas. En la capital francesa, no había más de 3 mil. Esto fue por la precaria divulgación del evento, no consiguiendo atraer la atención ni de los mismos franceses.